…Y de repente sonrió …con esa sonrisa pura y bonita que dejaba asomar una dentadura casi roida por los avatares de la vida y la indiferencia de los demás. llevaba cartones en sus hombros y vestia ropas muy sucias, ya negras por el solo hecho de vivir en la ciudad. y ese hombre me hizo entender como tantas veces que el valor de las personas no es sinónimo de estudios, cartones y ropa fina, que el valor de un hombre no está en una corbata ni en una chequera, el valor de ese hombre era inmenso y me lo dió a conocer en algo tan sencillo y que pasó tan pero tan rápido como el haber detenido su rapida caminata para que yo pudiera pasar primero y no “importunarme”en mi andar…se detuvo aunque la carga que llevaba acaso era más pesada que el dolor de vivir en la calle a merced de la indolencia que destilamos como personas a quienes no les importa el otro….se detuvo, y cuando pasé, siguió su camino, no sin antes responder a mi agradecimiento con una sonrisa y en un tono cansado “por nada”.
Y ves a la gente pasar, gente que se supone posee estudio, una casa a donde llegar, una comida que disfrutar, una familia que les brinda amor, y es solo eso, gente que pasa sin más, gente que pasa y te pasa sin detenerse a valorar esos momentos como el de hoy, en que un hombre más educado que todos los de esta ciudad, se detiene para dejarte pasar sin ninguna otra pretensión que “dejarte pasar y cederte el paso”, ese paso que tantas veces le hemos negado.
y ese sr….es todo un LORD!!! 🙂